Los egipcios observaron que las estrellas realizan un giro completo en poco más de 365 días. Además este ciclo de 365 días del Sol concuerda con el de las estaciones, y ya antes del 2500 a.C. los egipcios usaban un calendario basado en ese ciclo, por lo que cabe suponer que utilizaban la observación astronómica de manera sistemática desde el cuarto milenio.
DIOSA NUT
El año civil egipcio tenía 12 meses de 30 días, más 5 días llamados epagómenos. La diferencia, pues, era de ¼ de día respecto al año solar. No utilizaban años bisiestos: 120 años después se adelantaba un mes, de tal forma que 1456 años después el año civil y el astronómico volvían a coincidir de nuevo.
El Nilo empezaba su crecida más o menos en el momento en que la estrella Sothis, nuestro Sirio, (el Sepedet de los egipcios), tras haber sido mucho tiempo invisible bajo el horizonte, podía verse de nuevo poco antes de salir el Sol.
El calendario egipcio tenía tres estaciones de cuatro meses cada una:
-Inundación o Akhet.
-Invierno o Peret, es decir, "salida" de las tierras fuera del agua.
-Verano o Shemú, es decir, "falta de agua".
La apertura del año egipcio ocurría el primer día del primer mes de la Inundación, aproximadamente cuando la estrella Sirio comenzaba de nuevo a observarse un poco antes de la salida del Sol.
De finales de la época egipcia (144 d.C.) son los llamados papiros de Carlsberg, donde se recoge un método para determinar las fases de la Luna, procedente de fuentes muy antiguas. En ellos se establece un ciclo de 309 lunaciones por cada 25 años egipcios, de tal forma que estos 9.125 días se disponen en grupos de meses lunares de 29 y 30 días. El conocimiento de este ciclo permite a los sacerdotes egipcios situar en el calendario civil las fiestas móviles lunares.
ZODIACO EN DENDERA
La orientación de templos y pirámides es otra prueba del tipo de conocimientos astronómicos de los egipcios: las caras de Se construyeron pirámides como la de Gizeh, alineada con la estrella polar, con la que les era posible determinar el inicio de las estaciones usando para ello la posición de la sombra de la pirámide. También utilizaron las estrellas para guiar la navegación.
El legado de la astronomía egipcia llega hasta nuestros días bajo la forma del calendario. Herodoto, en sus Historias dice: "los egipcios fueron los primeros de todos los hombres que descubrieron el año, y decían que lo hallaron a partir de los astros".
La perspicaz observación del movimiento estelar y planetario permitió a los egipcios la elaboración de dos calendarios, uno lunar y otro civil. El calendario Juliano y, más tarde, el Gregoriano - el que usamos actualmente -, no son más que una modificación del calendario civil egipcio.
El calendario egipcio surge a principios del tercer milenio antes de Cristo y es el primer calendario solar conocido de la Historia. Estaba en pleno uso en tiempos de Shepseskaf, el faraón de la dinastía IV. En los Textos de las Pirámides ya se menciona la existencia de los días epagómenos. El papiro Rhind es el primer texto egipcio que menciona los 365 días del año civil egipcio. Estaba dividido en 12 meses de 30 días cada uno, organizados en tres semanas de 10 días. Al final del último mes de cada año se añadían los cinco días sueltos (los epagómenos) que faltaban para completar el año solar, dedicados al panteón de dioses egipcios.
Como el calendario civil egipcio no contó con el cuarto de día que tiene en exceso el año solar astronómico, cada cuatro años perdía un día, por lo que se convirtió en un "calendario errante", donde los acontecimientos "periódicos astronómicamente fijos" vagaban por los meses del calendario.
Desde los albores del Imperio los sacerdotes egipcios registraban cuidadosamente el nivel de las aguas, que medían con los nilómetros. El momento de la siembra o de la cosecha dependían de ello, y tras años de observaciones descubrieron que cada 365 días el ciclo se repetía.
En palabras de Heródoto: Egipto era un don del Nilo. Este comentario no es una imagen literaria, sino una realidad. Las crecidas anuales del río causadas por el monzón africano inundaban los campos, cubriendo las arenas del desierto de limo fértil. Las ingentes cantidades de agua descargada en la meseta de Etiopía en primavera son llevadas por el Nilo Azul hacia el norte hasta desembocar en el Mediterráneo. Y esto año tras año. Las variaciones periódicas del caudal del Nilo eran el determinantes en la vida de Egipto y posibilitaron la existencia de esta deslumbrante civilización.
En Egipto se utilizaron varios calendarios: el lunar, el solar (civil) y, posiblemente, un tercer calendario lunar secundario, para calcular con precisión efemérides.
Los sacerdotes astrónomos egipcios descubrieron que los calendarios lunares no era prácticos para predecir el inicio de las crecidas del Nilo, calcular las estaciones o contar amplios periodos de tiempo, y comparándolos con una medición referida al movimiento aparente del Sol y los astros, prefirieron utilizar el calendario solar para usos civiles, por primera vez en la historia.
Los egipcios pueden haber usado un calendario lunar con anterioridad, pero cuando descubrieron la discrepancia entre el calendario lunar y el paso regular de las estaciones, probablemente cambiaron a un calendario estacional, basando su inicio regular en cada inundación anual del Nilo. La primera inundación según el calendario fue observada en la primera capital de Egipto, Memphis, al mismo tiempo que el orto helíaco de la estrella Sotis, para nosotros, Sirio. El año egipcio fue dividido en las tres estaciones de carácter agrícola:
- Ajet (Inundación - fin de verano y otoño en Egipto)
- Peret (Crecimiento - invierno y principio de primavera) y
- Shemu (Cosecha - fin de primavera y principio de verano)
El orto helíaco de Sotis sucedía en el mismo día en el calendario civil egipcio una vez cada 1460 años (el período de esta duración se llamó ciclo sótico). La diferencia entre un año estacional (año solar) y el año civil era por lo tanto de 365 días cada 1460 años, o lo que es lo mismo 1 día cada 4 años. Del mismo modo, los egipcios pudieron calcular que 309 meses lunares (lunaciones) casi igualaban a 9125 días, equivalentes a 25 años egipcios. Estos cálculos fueron probablemente usados en la construcción del calendario lunar secundario.
Durante la mayor parte de la historia egipcia, los meses no tuvieron nombres individuales, sino que numerados dentro de cada una de las tres estaciones agrícolas. A partir del Imperio Medio, sin embargo, cada mes tenía su propio nombre. Estos nombres finalmente evolucionaron en los nombres de los meses en el Imperio Nuevos, que por su parte dieron ocasión a los nombres helenizados que fueron usados en la cronología de Claudio Ptolomeo en su Almagesto y por otros astrónomos de la antigüedad. Los astrónomos en la Edad Media usaron el calendario egipcio debido a su regularidad matemática y a la autoridad científica de Ptolomeo. Copérnico, por ejemplo, construyó sus tablas para el movimiento de los planetas basándose en la medición del tiempo con el año egipcio.
La convención entre Egiptólogos modernos es numerar los meses consecutivamente usando números romanos.
El calendario civil egipcio tenía tres estaciones de cuatro meses de treinta días, más cinco días epagómenos. Sólo a partir del Imperio Nuevo tendrán su propio nombre los meses del calendario civil. El nombre de los meses sufrió variaciones a lo largo del tiempo, así como la fecha exacta del inicio del año. La denominación que recibe cada uno de los doce meses se corresponde a la época del Imperio Nuevo.
Con la introducción del "Calendario alejandrino" por César Augusto en 26-25 a.C., se incluyó definitivamente el sexto de los días epagómenos por primera vez el año 22 a.C. La adopción de esta medida casi detuvo el corrimiento del primer día del año, el 1 de Thoth, con respecto a las estaciones del año, dejándolo en el 29 de agosto del calendario juliano excepto en el año juliano anterior al bisiesto, cuando el sexto día epagómeno del año ocupaba el día 29 de agosto juliano, desplazando el primero de Thoth al 30 de agosto.[1]
Nº | Nombre estacional | Jeroglífico | Nombre egipcio | Nombre copto | Nombre griego | Nombre árabe | Fecha actual | ||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
I | Primero de Ajet |
| Dyehuty | Thot | Thot | Tut | 29 de agosto - 27 Septiembre | ||||
II | Segundo de Ajet |
| Pa-en-Ipat | Paope | Paofi | Babah | 28 de septiembre - 27 Octubre | ||||
III | Tercero de Ajet |
| Hut-Hor | Hator | Athyr | Hatur | 28 de octubre - 27 Noviembre | ||||
IV | Cuarto de Ajet |
| Ka-Hor-Ka | Koiahk | Shiak | Kiyahk | 28 de noviembre - 26 Diciembre | ||||
V | Primero de Peret |
| Ta-Aabet | Tobe | Tybi | Tubah | 27 de diciembre - 25 Enero | ||||
VI | Segundo de Peret |
| Pa-en-Mejer | Meshir | Meshir | Amshir | 26 de enero - 24 Febrero | ||||
VII | Tercero de Peret |
| Pa-en-Amon-Hetep | Paremhotep | Famenat | Baramhat | 25 de febrero - 26 Marzo | ||||
VIII | Cuarto de Peret |
| Pa-en-Renenutet | Parmoude | Farmuti | Baramudah | 27 de marzo - 25 Abril | ||||
IX | Primero de Shemu |
| Pa-en-Jonsu | Pashons | Pajon | Bashans | 26 de abril - 25 Mayo | ||||
X | Segundo de Shemu |
| Pa-en-Enet | Paone | Payni | Ba'unah | 26 de mayo - 24 Junio | ||||
XI | Tercero de Shemu |
| Apep | Epep | Epifi | Abib | 25 de junio - 24 Julio | ||||
XII | Cuarto de Shemu |
| Mesut-Ra | Mesore | Mesore | Misra | 25 de julio - 23 Agosto |
- Más cinco días Heru-Renpet («los que están por encima del año», o días epagómenos), del día 24 al 28 de agosto. También eran conocidos como Mesut-Necheru («del nacimiento de los dioses», pues se festejaba en ellos el nacimiento de cinco deidades egipcias: Osiris, Horus, Seth, Isis y Neftis. Posteriormente, en idioma copto, fueron denominados Piabot Nkoyxi («el pequeño mes».
Censorino, escritor latino del siglo III, comentó que hacia el año correspondiente a 139 de nuestra Era, coincidió el primer día del calendario oficial egipcio con el orto helíaco de Sirio de ese año. Como dicho sincronismo sólo sucede cada 1.460 años civiles, el calendario egipcio tuvo que establecerse hacia las siguientes fechas:
- 1321-1317 a. C., a finales de la dinastía XVIII, fecha rechazada por ser demasiado cercana;
- 2781-2777 a. C., en el periodo arcaico de Egipto, la fecha más verosímil;
- 4241-4237 a. C., en plena época predinástica, fecha inaceptable para el matemático O. Neugebauer.
No obstante, A. I. Radwan y J. O. Mills, descubrieron un petroglifo en Nejen (Hieracómpolis, o Kom el-Ahmar), que podría haber sido utilizado para calibrar un año astronómico. Sin embargo, análisis más recientes de la escena representada en el petroglifo han cuestionado que realmente la imagen se refiera a Sotis en absoluto. El conocimiento actual de este antiguo periodo de la Historia de Egipto es una cuestión más de especulación que de hechos establecidos.
Inicialmente el orto helíaco de Sirio coincidía con el solsticio de verano y el comienzo de las inundaciones. Sirio refulgiendo fugazmente, antes del amanecer, precediendo la salida del Sol y el río desbordándose, devolviendo la vida a la tierra reseca, tenían que ser una manifestación de influencia divina, imposible de obviar en una civilización como la egipcia.
La primera consecuencia fue que el año egipcio comenzara ese día, pero además, de las observaciones de la estrella llegaron a un nuevo descubrimiento: cada cuatro años la salida de Sirio se retrasaba un día, lo que implicaba que el año era de 365,25 días.[5] Ese cuarto de día adicional no se tuvo en cuenta para usos civiles, sin que se conozca el motivo; quedó reservado para la élite religiosa y política, hasta la Reforma de Canopus, de manera que el calendario atrasaba un día cada cuatro años; al cabo de 1460 años había atrasado un año completo respecto a las estaciones, y se iniciaba un nuevo ciclo, el ciclo sotíaco.
Los astrónomos egipcios sabían que el año duraba 365 días, pero no consideraron que duraba unas horas adicionales, que no completaban un día. Al no ser contadas estas horas, se acumularon y el calendario civil egipcio se desplazaba días hacia atrás con respecto del calendario astronómico, a este desplazamiento se le llama desfase de tiempo. Una consecuencia de ese desfase fue que las fiestas de una estación se celebraban en otra distinta, así las de verano se celebraban en invierno cada 730 años. Otra consecuencia era que la celebración del orto heliaco de Sirio ocurría un día diferente cada cuatro años.
En el año 238 a. C. se reunieron en Canopus, en el templo de los dioses Evergetas, los jefes de los sacerdotes-sabios, llamados hierográmatas "letrados sagrados" y otros líderes religiosos del antiguo Egipto para reformar el calendario.
El objetivo de esta reforma era encontrar la manera para que la fecha 1 Thot, coincidiera con el día del amanecer heliaco de Sirio, y que el planeta Venus, asociado a Isis, la diosa cuyo día se celebraba al principio del año civil, mantuviera su posición.
De acuerdo con sus investigaciones, concluyeron que un año duraba 365 días y 6 horas adicionales. La solución al desfase fue simple: cada cuatro años se añadiría un día más, después de los epagómenos, y ese cuarto año tendría 366 días. El día adicional fue consagrado a los Evergetas.
Pero recelos entre los sacerdotes de las diferentes regiones hicieron fracasar la reforma.
Los egipcios, para describir las fechas empleaban normalmente el siguiente criterio:
- los años se solían contar desde la llegada al trono del faraón reinante;
- escribían el símbolo correspondiente al año, el mes, la estación o el día, acompañados del número cardinal, en ese orden;
- y añadían los epítetos y títulos del faraón reinante.
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El año 22, segundo mes de peret, día 23, bajo la majestad del rey del Alto y Bajo Egipto Menjeperra (Thutmose III). |
También podían fechar haciendo referencia a relevantes acontecimientos, tales como el festival de Amón en Karnak.
Dada la inexistencia de un texto continuado donde, de una forma ordenada, se nos narre la leyenda heliopolitana, vamos a hacer una abstracción en el tiempo e intentar agrupar las diversas versiones que de él existen, dándole una coherencia y una consecución lo más completa y homogénea posible
En los "Años Oscuros" el mundo no existía, la muerte no había sido creada y el cielo, la tierra, los dioses, los hombres, y los animales aún no habían nacido. Todo se hallaba confundido en un caos amorfo y oscuro, sumido por un océano caótico donde se encontraba el potencial de vida pero sin tener consciencia de su existencia. Solamente Atum estaba diluido en él con su fuerza creadora. En un momento determinado y sin qué sepamos que lo desencadena, la mitología nos cuenta: Atum estaba diluido en el Nun donde se encontraba solo. Tornando consciencia de sí mismo gritó ¡Ven a mí! Apareciendo Ra. Emergió una colina primordial situada en un lugar llamado "La Tierra Alta" y ubicada en el templo del Sol. Es en este emplazamiento donde aparece, por tanto, el primer trozo de materia sólida, de forma piramidal (denominada "Benben")(1) cuyo culto fue llevado a cabo en un misterioso lugar que los textos nominan como "Hut-Benben", (La casa del Benben). Aquí se "guardaba" la primera plasmación de la simiente del dios Atum petrificada en el océano primordial, símbolo de "El Primer Lugar", eje del mundo, elemento con el que comienza a establecerse el orden y la inteligencia para crear a los dioses y disipar las tinieblas. Su culto pudo estar condicionado por su posible origen meteórico, algo suficientemente "mágico" como para que fuera considerado un elemento divino y primordial.
Atum cuyos títulos demuestran su autosuficiencia ("El que se creó a sí mismo" o " El gran Él y Ella") al tomar conocimiento de su existencia puso en marcha la creación que, dependiendo de los textos, varía en su forma. Por tanto, en las diversas versiones locales encontramos el acto creativo simbolizado mediante: la masturbación, uniéndose a su misma sombra, autoinseminándose, nombrando las partes de su cuerpo que adquieren la forma de dioses separados, vomitando, escupiendo o estornudando(2). Así intervienen partes de su cuerpo que se interpretan como entidades femeninas, como es el caso de su boca o su mano.
Atum se diversifica y crea al primer principio femenino y masculino respectivamente, originando en definitiva una primera pareja (símbolos de creación y generación) formada por el aire Shu, el movimiento espontáneo, y su esposa Tefnut, la humedad, antepasados de todos los dioses. Ellos a su vez se unen para dar vida a Nut, la bóveda celeste y Geb, su esposo, personificación de la tierra.
La variedad de mitos y el intercambio de personalidades dio pie a que en otros textos estos primeros dioses emergieran del océano Nun, en lugar de ser creados sobre la colina, considerándolos protectores de su padre Atum.
Ocurrió entonces que Ra (o Shu, según la versión del mito) celoso, había prohibido a su hija Nut que se casara con Geb y habiendo desobedecido ésta, ordenó a los meses del año que no la dejaran parir y mandó al aire Shu que los separara bruscamente para que no pudieran estar unidos (imagen 8.1). De este modo, Geb relegado a permanecer tumbado en el suelo, Nut obligada a arquearse sobre la tierra y Shu , situado entre ambos, provocan la aparición del espacio necesario para la existencia de los seres vivientes, y la luz. Según nos relata Plutarco en su tratado "De Iside et Osiride"(3), el dios Thot intercediendo por ellos retó a la Luna y obtuvo los cinco días epagómenos, necesarios para que no hubiese un desfase en su calendario, en los que pudo la diosa dar a luz a sus dos pares de gemelos que nacieron sucesivamente, Osiris que casó con Isis, de cuya unión nació Horus el Joven, ascendente directo del rey, y Seth que lo hizo con Neftis, ambos estériles.
No obstante, necesitaban una divinidad más, unida al mito para cumplir los cinco días epagómenos, como se indica en el cuadro adjunto.
VARIANTE DEL MITO PARA LEGITIMAR LOS DÍAS EPAGÓMENOS
Para ello, a este grupo se le añadió "Horus el Viejo", el vengador de Osiris, que completó el ciclo y que era fruto de las relaciones que habían mantenido el dios Osiris y la diosa Isis cuando aún permanecían en el seno materno de Nut. Consecuentemente, también Horus el Viejo había sido engendrado en su interior, siendo por tanto y a la vez, hijo de Nut y de lsis y hermano de la pareja osiriana. Es en este punto donde obtenemos el mecanismo para incluir al dios Horus en el mito osiríaco, creando una dinastía que hace factible la justificación para ambos dioses Horus, originando un nexo de unión entre el mito cósmico, el monárquico y la teologización del soberano, que gráficamente puede ser representado del modo siguiente:
Esta última generación de hermanos, sin asociaciones cósmicas, que cierran la cosmogonía heliopolitana simbolizan a los seres humanos y divinos. Como hemos visto en el esquema adjunto, el orden de nacimiento de estas deidades fue el siguiente: Osiris, el primogénito de Nut, nació en el primer día, al que siguió "Horus el Viejo" en el día segundo, Seth en el tercero, Isis en el cuarto, y Neftis en el quinto. Observamos por tanto que en esta variante del mito a las dos parejas de gemelos se les habría añadido un elemento adicional.
Geb y Nut se vieron relegados a vivir eternamente separados, pero los esfuerzos fallidos del dios tierra por alcanzar a su hermana y esposa no dejaron de cesar, provocando con su movimiento los seismos y los accidentes geográficos, es decir, las colinas, las montañas y los valles, los cuáles son los huesos del dios.
De nuevo, creo oportuno acudir a los gráficos para resumir la representación del mito de forma más esclarecedora:
Según este esquema tendríamos dos grupos claramente diferenciados: Nun, Atum-Ra, Shu, Tefnut, Nut y Geb son elementos del mito cósmico, mientras que Osiris, Isis, Seth y Neftis forman parte del mito de monarquía(4). Horus es el punto donde se produce la teologización del faraón.
Aún teniendo presente que la enéada estricta está formada por: Atum-Ra, Shu, Tefnut, Nut, Geb, Osiris, Isis, Seth y Neftis y que toda ella personifica el concepto de Maat, en la enéada debemos distinguir tres principios que forman la creación en sí misma y que están personificados por:
1.- PRINCIPIO CREATIVO = Vida Cósmica = Atum-Ra, Shu, Tefnut. |
Como podemos observar, esta teoría del origen del mundo no utiliza a dioses locales a los que se les podía dar una localización concreta, sino que emplea elementos mucho más intangibles pero absolutamente necesarios para la existencia. La idea se mantiene sólo hasta el nacimiento de los dos pares de gemelos hijos de Geb y de Nut, divinidades mucho más tangibles, que constituyen el concepto de antepasados directos del rey. Esto queda plasmado de forma muy clara en los monumentos erigidos en Egipto, donde los primeros componentes de la Gran Enéada, los dioses cósmicos protagonistas de las dos primeras generaciones, jamás son poseedores de templos de culto, de fiestas locales o estatales, mientras que la última generación de divinidades de la Enéada, que forman el mito monárquico, (Osiris, lsis, Seth y Neftis), celebraban sus festividades en los días epagómenos y sus templos se extendían por el país. No obstante, los dioses Geb y Nut aparecen representados en tumbas, templos, textos etc., siendo esta diferenciación patente en todos los aspectos de la religión.
1.- Sobre este y otros símbolos egipcios consultar: Castel, E.: Egipto, signos y símbolos de lo sagrado. Madrid 1999.
2.- Sobre las vinculaciones eróticas de la Enéada ver Araújo, Manuel.: Estudos sobre erotismo no antigo Egipto. Lisboa 1995.
3.- Sobre esta cuestión ver Plutarco, De Iside et Osiride. Existe una edición traducida y comentada a inglés por Griffiths, J. G. Cardiff, 1970.
4.- Sobre este tema es imprescindible consultar Arieh Tobin, Vicent.: Theological principles of Egyptian Religion. New York 1989, pág 46-53, 57-6489-92, 113-122, 195-215, sobre cuyas bases se ha fundamentado este trabajo.
El mito de los días epagómenos
En su origen, el año egipcio contaba tan solo con 360 días.
Según la leyenda, Geb (la Tierra) y Nut (el cielo) estaban tan unidos amándose que no quedaba espacio entre ellos. Esta situación enfureció a Atum (el primer dios que cobró forma, "aquel que vino a la vida por sí mismo", señor de Heliópolis, abuelo de Nut y Geb). Así que ordenó a su hijo Shu, dios del aire y padre de ambos nietos, que los separase.
Para ello, Shu se colocó sobre Geb sosteniendo la cabeza de Nut, de forma que no pudieran tocarse el uno al otro. Sin embargo, Nut había quedado ya embarazada. Atum, enfadado, le prohibió dar a luz en cualquiera de los 360 días que componían el año. Thot, dios de la sabiduría, nacido de Atum, decidió ayudar a Nut y para ello desafió a Khonsu, dios lunar que se encargaba de medir el tiempo, a una partida de senet (juego parecido al backgammon, muy popular en Egipto), pidiendo tiempo a cambio cada vez que venciese. Este dió tiempo y luz de luna por cada partida perdida, y ese es el origen de las fases lunares.
Así Thot ganó a Khonsu los cinco días epagómenos y el año tuvo desde entonces 365 días, de modo que Nut pudo dar a luz a sus cinco hijos: Osiris, Horus, Seth, Isis y Neftis.
¡FELIZ AÑO NUEVO! (Gracias a Thot, claro :-))
virgilio
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